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Hominización y arte

La prehistoria es la etapa más larga de la historia de la humanidad. Al Hombre le costó millón y medio de años de evolución anatómica conseguir el aspecto que ahora tenemos, así como el tamaño del cerebro y la habilidad manual. Las tres cosas son imprescindibles para entender nuestro arte. La figura humana es la más representada en todo arte, sin el tamaño de nuestro cerebro no lograríamos realizar los procesos mentales necesarios que conducen al arte y, por último, sin manos, es imposible manejar pinceles, martillos, gubias, tambores… El delfín, por ejemplo, tiene un cerebro muy semejante al humano, tanto en tamaño como en inteligencia. Pero será muy difícil que llegue al arte, por la sencilla razón que no tiene manos para usar herramientas.

 

            Hace un millón de años, empezaron a fabricarse, primero en África y más tarde en Eurasia, los primeros utensilios de piedra. Sus autores fueron el homo habilis, el homo erectus y los primeros presapiens que, en esa misma época, empezaron a evolucionar en África. Pero se necesitó ese mismo millón de años para encontrar las primeras manifestaciones artísticas. Éstas se remontan a unos 30.000 años atrás. Sin embargo, ni los útiles de piedra ni las representaciones artísticas, no habrían sido posible sin un proceso evolutivo único en todo el planeta: la liberalización de las manos.

 

            En efecto, al adoptar la postura erecta, las manos quedaron libres para realizar otros trabajos, aparte del simple prensil o caminar a cuatro patas. El hombre puede fabricar objetos, trasportar cosas y, por supuesto, pintar y grabar así como elaborar las primeras pero significativas esculturas. La evolución del hombre es la evolución de su cerebro y de sus manos. Ambos órganos van unidos y son inesperables: sin manos no se puede fabricar objetos y, sin cerebro, las manos de poco sirven. Tanto el arte como cualquier objeto o idea, nace en el cerebro. Las manos lo materializan. Sus tres primeras herramientas artísticas: el pincel, la gubia y el tambor siguieron este proceso.

 

            A medida que la inteligencia humana fue creciendo, también creció su habilidad manual, logrando mayor precisión en la ejecución de cualquier acto. Así, pareja a la evolución anatómica e intelectual, tuvo lugar otra evolución: la cultural y tecnológica, de modo que los útiles fueron cada vez más complejos y variados, adecuándose a cada finalidad.

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