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ADAON

CUENTOS PARA IR A DORMIR

ESTOY EN MARTE… SOLO

Cuando uno tiene una temporada de mucho, pero que mucho, mucho y mucho trabajo, se merece, digo yo, un buen descanso. Después de todo, atrapar a toda una banda de traficantes de plutonio superenriquecido es algo digno de mención ¿no?. Había recorrido todo el Sistema Solar detrás de la banda de traficantes, jugándome el pellejo más de una docena de veces… Bueno, solo dos, cuando me dispararon… Vale, de  acuerdo, tenía escudo de protección, pero me dispararon, y tuve que responder con mi arma. ¿Qué mi arma es cien veces superior a las suyas?, ¿ y qué?. ¿Me jugué el pellejo o no?, que las balas pasaron muy cerca. Bueno, solo eran dardos con anestesia. Vamos a dejarlo.

            Bueno, el caso es que atrapé a la banda enterita: cinco físicos de alta energía y otros seis de partículas y los entregué, cargados de cadenas, a las autoridades marcianas, que los acogieron con los brazos (y las celdas) abiertos.

            Y, miren por donde, me encontré sin nada que hacer. Eso pasa algunas veces, pocas; hay de decirlo claro, en la dura vida de los Representantes de la Ley. Esa fue una de esas raras ocasiones de asueto.

            Pero… vaya… estaba en Marte… y solo. Mi adorable esposa  Carmen (a la que quiero con locura) estaba en la Tierra… en compañía… de su madre. ¿Y qué puede hacer un hombre solo en Marte, posiblemente el planeta más aburrido de todo el Sistema Solar. ¿Visitar el Monte Olimpo, el volcán más grande del Sistema Solar?. El dichoso volcán es impresionante, pero lo había visto tantas veces, que me lo sabía de memoria. ¿Recorrer los bares, tabernas, tugurios y demás lugares de copas?. Si, sería interesante, si en Marte estuviera permitido algo más fuerte que la limonada. Vivir bajo una cúpula tiene sus limitaciones: no se puede beber, no se puede fumar, no se puede hablar alto, ni reír ni vaciar la tripa de gases. No se puede hacer nada que moleste a tu vecino. Un aburrimiento, vamos.

            ¿Qué hacer con los dos días que me quedaban de descanso, antes de bajar a La Tierra para que me asignaran otra misión?… Hummmm, estaba Salomé.

            Salomé es una de esas mujeres que han nacido para el amor, para el solaz de cualquier hombre y, si, trabaja el lo que ustedes, gentes mal pensadas, piensan. No es que la visitara muy a menudo, no crean. Lo hice algunas veces, (una, dos, como mucho) pero siempre por razones de servicio. Los policías conocemos a todo tipo de gente, es parte de nuestro trabajo. Sin pensarlo, mostré una  SCGP (Sonrisa de Chico Guapo con Pasta) y encaminé mis pasos hacía la fila de videoteléfonos del espacio puerto.

Me costó mucho encontrar su número de videoteléfono en mi agenda, estaba casi tapado por otros escritos a los largo del tiempo. Pero lo encontré y marqué el número

-         Señorita Salomé Leblec, soy Antony Fersan, de la Tierra , - dije, a modo de presentación.

-         ¡¡¡¡Toooooooonyyyyyyyyyyyyyy, que alegría, hace dos semanas que no me visitabas!!!. ¿Dónde estabas, amor?.

-         Bueno, he tenido trabajo.

-         Huy, pobrecito, estarás muy cansado. Tengo lo necesario para quitarte el cansancio.

-         ¿Ahora?.

-         Claro, amor Ahora mismo anulo las citas que tenía. Todo el día para ti y, la noche, también Mientras vienes, prepararé la bañera y las bebidas.

-         ¿Y el inhibidor de gravedad ?.

-         Oooooooooooh, como sabes lo que me gusta, amor… Ven, corre a mí. Te espero.

Por si ustedes no lo saben, un inhibidor de gravedad es un ingenioso aparato que anula la gravedad. Concebido para hacer algunos experimentos físicos, Salomé, que es más lista que el hambre, lo había incorporado a su extenso repertorio de artes amatorias. ¿Se imaginan las locuras que puede hacer una pareja desnuda sin gravedad?. Si, eso mismo.

Me caía la baba cuando colgué el videoteléfono y, raudo como un rayo, llamé a un taxi. Entonces, si, en aquel maldito segundo, el mundo se derrumbó ante mí.

Una enorme manaza cayó sobre mi hombro. Los huesos crujieron y casi grité de dolor. Pero el más puro terror atenazó mi garganta, impidiéndome articular sonido alguno.

Frente a mi, cogiéndome con su manaza de cavador de tumbas, Eliot Nessen me miraba desde las alturas (mide más de dos metros) Su aliento apestaba, al igual que cada centímetro cuadrado de piel, no se había peinado ni afeitado en días y, como siempre, vestía de forma deplorable. Por cierto, es mi jefe.

-         Te buscaba, - masculló, más que dijo. Como todos los jefes de todos los tiempos en todos los mundos, Eliot nunca hablaba: ladraba y mascaba palabras, pero nunca hablaba.

-         Pues ya me has encontrado, Eliot. Ahora déjame, tengo cosas que hacer.

-         Estoy en un apuro.

-         Todos tenemos problemas. Si se lo cuentas a un cura en confesión, te sentirás mejor.

-         Sin bromas o acabarás dirigiendo el tráfico en la luna más pequeña de Neptuno. Hay un problema, y de los gordos.

Puse mi CL (Cara Lastimosa) más convincente y gemí:

-         Pero Eliot, me quedan dos días, sólo dos días de descanso antes de bajar a La Tierra donde, por si no lo sabes, hay trabajo a montones.

-         Tu permiso queda anulado ahora mismo, - lo suponía, pero no dije nada, - Vamos al bar y te lo explico.

En el bar pedimos café, que tuve que pagar de mi bolsillo. Eliot nunca lleva dinero encima y, si lo lleva, lo esconde. Deja que sus pobres y desgraciados subordinados le hagan la pelota pagando sus consumiciones.

-         Hace media hora a llegado un buque de pasajeros de Vega en tránsito a Sirio - empezó Eliot, - en él viajan tres hombres de negocios muy importantes…

-         ¿Cómo de importantes?, - le interrumpí.

-         Cada uno de sus pestañeos vale trescientos mil solares. - Lancé un silbido. ¡Caray!. Todo mi cuerpo apenas vale mil solares, por lo menos eso dicen las compañías de seguros.

-         ¿Y qué pasa con ellos?

-         Creemos que uno de ellos es traficante de summan y que lleva un cargamento de medio kilo.

Otro silbido. ¡Medio kilo de summan!. Con semejante cantidad se podían hacer hasta veinte millones de dosis que, a diez solares la dosis son… Bueno, lo mío no son las matemáticas.

Para que me entiendan, la summan es la droga entre las drogas. Cuando uno la toma, se hace más inteligente, más guapo, mejor amante más… de todo lo bueno, vamos. La summan es el remedio perfecto para la depresión y estados de ánimo bajos. Como afrodisiaco no tiene parangón y, a la hora de estudiar, es perfecta: con leerse el libro una vez, uno se lo aprende de memoria y se llega a los exámenes sabiéndose la lección de cabo a rabo. En cuanto al trabajo, no hay mejor trabajador que un adicto a summan.

Lo malo es su efecto secundario: psicosis asesina. Mucha gente inocente ha muerto a manos de tomadores de summan. No son sanguinarios y ciegos asesinos que matan todo lo que encuentran en su camino, y que caen abatidos por cualquier policía de barrio. No, nada de eso. Los asesinos de la summan se vuelven muy inteligentes, cautos, minuciosos y precavidos; y muy, muy peligrosos. Se dio el caso de un asesino de summan que mató a ciento treinta personas y nunca repitió el mismo método para matar.

-         ¿Y dónde la lleva?, - pregunté, interesado en el caso muy a mi pesar.

-         Seguramente, en algún lugar de su cuerpo. Creemos que le han extirpado algún músculo para poner uno artificial con la summan dentro.

-         ¿Habéis encontrado cicatrices?.

-         No, se habrá hecho la operación con alguna técnica de endoscopia. .

-         ¿Y qué problema hay?. Los cogéis y los metéis en una celda sin pan ni agua. Al tercer día cantan sin música.

-         Tony, Tony… Algunas veces eres el mayor capullo de todo el Sistema Solar. Primero, son tan importantes, que no podemos tocarlos ni respirar cerca de ellos. Segundo, están en tránsito hacía Sirio.

Comprendí de golpe. Cuando uno viaja a través del subespacio (obligado en viajes medidos en años - luz), se debe tomar una potente droga llamada Drajo (la summan deriva de ella). El paso del universo de materia al de energía tiene consecuencias nefastas para cualquier organismo vivo y la Drajo evita daños irreparables. Lo malo (siempre hay algo malo en asuntos policiales) es que los que están bajo los efectos del Drajo se convierten en unos imbéciles redomados. No se los puede interrogar y hay que cambiarle los pañales cada cierto tiempo.

-         ¿Y qué tengo que ver en todo esto?.

-         Quiero que averigües quién es el traficante.

-         Pero…

-         Te recompensaré.

-         ¿Seis cifras?

-         Cinco y va que chuta.

-         ¿Y si me niego, puedo alegar los dos días de permiso que me debéis?.

-         Conozco un sitio maravilloso cerca de Neptuno. Es una luna con una explotación minera, tiene unos tres mil metros de diámetro y sólo hay hombres. Por cierto hacen falta policías allí.

 

 

Acepté el trabajo, ¿tenía otro remedio?. Pero antes de marchar hacía el espacio puerto, donde estaban los tres hombres de negocios, llamé a Salomé.

-         Tonyyyyy, me haces esperar, y estoy tan… tan, Oooooooooo, Tony, eres muy malo. Quieres hacerme sufrir- , musitó con la voz más melosa e insinuante que e escuchado nunca.

-         ¡Cinco minutos, solo cinco minutos y estoy allí!.

-         Te doy cuatro.

-         ¡Tres, tres, solo tres!.

-         Ven pronto Tonyyyy, estoy desnuda para ti. - Y vaya si lo estaba.

Colgué y soborné a un taxista para que, en un tiempo realmente corto, me llevara al espacio puerto.

Los tres grandes hombres de negocios estaban en una habitación, a donde les habían conducidos sus cuidadores. Los que están bajo los efectos del Drajo no pueden valerse por si mismos. Los tres miraban la pared con expresión bovina.

-         Hola, buenos días, -  saludé, entrando en la habitación. Me había puesto mi mejor CPCLML (Cara de Persona Competente con Ligera Mala Leche)- Señores, sabemos que uno de ustedes es traficante de summan. Ustedes tienen cosas muy importantes que hacer y yo otras muy agra…importantes también. Creo que, para el bien de todos, el culpable debe confesar su crimen.

-         Elbueycomehierbayenellahaybichosinclasificablesquesecomenlahierbaperoalbueynolaimporta, - dijo uno de ellos, con una risa idiota a más no poder.

-         Elsolbrillaenlatierraylatierrasecalientaporlosroyosdelsol, - dijo otro que, al contrario que su compañero, lloraba.

-         Lasballenascomencalamaresycloscalamaressonrojosperolacagadadelaballenaesblanca, - el último ni lloraba ni reía, permanecía serio como una tumba.

Las cosas se complicaban. Cambié mi CPCLML, por la más convincente RPAC (Rostro de Persona Algo más Cabreada). Dije:

-         Vamos, caballeros. Uno de ustedes es un traficante y un hombre con dos cojo… bien puestos. No habrá tomado la dosis recomendable de Drajo, sino lo suficiente para no tener daños en su organismo. Sólo así es dueño de sus actos. Pero, con dosis mínimas de Drajo, el paso al Universo Energético es muy doloroso, como si te arrancaran los cogo…los ojos y los dientes al mismo tiempo y sin anestesia. Si, muy valiente. Pero tonto. Está perdido, y lo sabe. Vamos a cogerlo, es algo matemático. ¿Por qué alargar esta comedia?.

-         Lasmujeressonunabendicionparaelhombreperotambienunamaldicionnohaynadamásagradablequeunamujer.

-         Ccucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucucuc.

-         Lasballenassonlosanimalesmasgrandesquehanexistidoperonosonlosorganismosmasgrandesquesonhongos.

Vaya con el de las ballenas, me estaba poniendo de los nervios. Salí fuera y llamé a Salomé.

-         ¿Pero vienes o no, chico malo?.

-         ¡Cinco minutos, solo cinco minutos!.

-         Estoy flotando en mi habitación y… ¿sabes una cosa?. He aprendido yoga ¿ Sabes lo que se puede hacer con yoga y un inhibidor de gravedad?.

Me lo imaginé, y un sudor frío inundó mi frente. Lo sequé con la manga y llené tres vasos de agua.

-         Caballeros, estamos perdiendo el tiempo. Voy a tomarme este asunto con más seriedad.- y, sin previo aviso, les arrogué el agua. Esperaba que alguno diera un brinco, o lanzara un suspiro. Que hiciese algo, vamos. Pero no. Todos permanecieron impasibles, salvo su expresión de idiotez absoluta.

-         Losquepasanporunpuentemiranhaciaabajoysemarean.

-         Elaustropitecoesabuelodenhombremodernoyelhombremodernoseraabuelodeotrohombrequetambienseramoderno.

-         Lasballenasvivianantesenlatierrafirmeperoalhacersemasgrandevolvieronalaguatransformadosuspatasenaletas.

Joder con el de las ballenas. Decidido a todo, saqué mi arma.

-         Tú, confiesa ahora mismo, - y le apoyé el cañón en la frente.

-         Lamusicaderivadesonidosonotopellicosproducidosporlosprimeroshombresalimitarelsonidodelosanimalesalcazar.

-         Casitodoaslasmujeresusanfaldaperoamimegustanconpantaloinesmuyajustadoschuchuiachuachuachuachuachua.

-         Lasballenasparendentrodelaguayelballenatotienequesalirarespiraroseaguaperonosecomohacenelamorlasballenas.

-         ¡Cómo vuelvas a nombrar a las ballenas te vuelo la tapa de los sesos!.

-         Lasballenashacengrandesviajesmigratoriosenbuscadealimentoydelugaresdondeaparearse.

-         ¡¡¡¡Joder!!!!.

Salí fuera a calmarme y, de paso, volver a llamar a Salomé.

-         Por si no lo saber, he anulado todas mis citas para hoy, - gruñó con cierta mala leche. Bueno, mucha mala leche. - Si me hacer perder dinero, no te lo perdonaré nunca y te borraré de mi lista VIP… ¡Te borraré de todas mis listas, hasta de los morosos! ¿Sabes lo que cuesta mantener un inhibidor de gravedad?

-         Tranquila, mujer, tranquila. No perderás ni un céntimo, y ganarás mucho más que con los servicios normales.

-         Eso espero. ¿Tardarás mucho?.

-         Cinco minutos, solo cinco minutos.

-         Eso mismo dijiste hace una hora.

-         Ahora es la verdad, Te lo juro.

-         Por tu bien, ven.

Encaminé mis pasos hacía la habitación, con mi CAP (Cara de Asesino en Potencia) más convincente y el arma a punto. Un tiro en la pierna duele, y el traficante no podría seguir fingiendo. Si, eso sería lo mejor. Pero, eh, un momento, algo quería encenderse dentro de mi cabezota, adornada con un rostro guapo y varonil. Pasee por el vestíbulo. ¡Piensa, hombre, piensa!. Se supone que eres inteligente. Después de todo, has llegado a inspector con sólo treinta años. Bueno, treinta y tres.

Y una luz se encendió en mi cerebro. ¡ Tenía la solución al alcance de la mano!.

-         Caballeros, me doy por vencido, - anuncié, mostrando mi sublime SHDPAV (Sonrisa de Hombre Derrotado Pero Aún no Vencido). - Uno de ustedes es mucho más listo que yo. Más listo y más fuerte, debo reconocerlo. Bien, estoy vencido y adiós a mi recompensa de cinco cifras. Pero su astronave no sale hasta dentro de quince minutos. Tenemos diez minutos antes de que vengan sus cuidadores. ¿Qué les parece si les cuento qué pensaba hacer en Marte antes de que me asignaran esta misión?.

Empecé describiendo el cuerpo de Salomé. Su increíble piel, fina como la más suave de las sedas. Sus pechos, grandes, tiesos, respingones y dotados de los más grandes y dulces pezones que un hombre pueda imaginar. Y, claro, terminé con la entrepierna: verdadero paraíso para cualquier hombre que se precie de serlo. Luego, seguí con su arte: paso a paso, con todo lujo de detalles, describí lo que hacía con la lengua, su larga, rosada y sabía lengua. Como utilizaba los labios y los dientes… Y las manos ¡ Hay, sus manos, capaces de encontrar placer allí donde no existe!. No me olvidé, por supuesto, de su larga experiencia en los distintos métodos para proporcionar placer a cualquier hombre. Minuciosamente, relaté su sublime griego, su francés inigualable, su español extenuante y, por supuesto: lo que hacía encima del inhibidor de gravedad. Acabé con el yoga (eso me lo inventé, pero creo que estuve bastante convincente) y finalicé con estas palabras.

-         Señores, ya están aquí sus cuidadores. Por favor levántense… Pero tú no, amante de las ballenas. Estás detenido por traficar con summan.

Entraron cinco chicos de uniforme, verdaderos gorilas sedientos de sangre, que lo cargaron de grilletes en un santiamén y se lo llevaron, chillando como un cerdo, en volandas.

-         ¡Mi más sincera enhorabuena!, - chilló Eliot, estampándome un sonoro y baboso beso en cada mejilla. - ¿Pero cómo lo has hecho?.

-         Fue fácil para alguien que espera una recompensa de cinco cifras.

-         ¡¿Cinco cifras?, Serán seis!.

-         Bueno, pues seis… Ya, ya sé. Quieres saber cómo lo hice. Bueno, sabía que sólo uno tenía sus facultades mentales intactas, ya que había tomado poca Drajo…

-         ¿Y?. Era un perfecto actor. Muchos intentaron hacerle confesar sin conseguirlo. Pero tu…¡ Hay mi niño!.

-         Yo le hice sudar un poco con lo que escuchó. Llevaba cinco semanas simulando estar bajo el efecto del Drajo… Cinco semanas sin mujeres es mucho tiempo. ¿Y mi recompensa?.

-         ¡Aquí la tienes, - abrí unos ojos como platos ante la cifra. - Pero hay más, espera un minuto.- ¿Más?. Una enorme SR (Sonrisa Satisfecha) adornó mi guapo rostro y me encaminé hacía los videoteléfonos.

-         ¡Tú, cabronazo, vete a la mi…!, - gruñó Salomé. Yo, por toda respuesta, le mostré el cheque a mi nombre. - ¡Es todo para míiiiiiiiiiiii!.

-         Si te portas bien y me perdonas por lo mucho que has esperado…. Pero, claro, estarás muy enfadada.

-         ¿Enfadada yo?. Que cosas tienes, amor. Pero ven ya, estoy dispuesta a todo.

-         ¿Todo el día para mi solo?.

-         ¡Toda la semana!. ¡Ven,ven,ven!.

Giré en redondo, sin desconectar el videoteléfono. ¡ No había que perder ni un segundo!. Pero,¡ Hay! de nuevo, el mundo se derrumbó a mi alrededor. La manaza de Eliot volvió a caer sobre mi hombro, y me mostró el "Mas" de mi recompensa.

Y tuve que hacer el esfuerzo más grande de mi vida.

Sonreí.

-         Hola Carmen, cariño.

-         ¡He mandado buscarla, para que disfrutéis juntos de la recompensa de seis cifras. Contento?.

-         Por supuesto, Eliot. Es todo un detalle.

 

J.B. Sanchis

EL ENGAÑO

 (Relato basado en hechos reales)

 

            Aquí estoy, escribiendo lo que, posiblemente, sean mis últimas palabras. Mi cuerpo corrompido y mi desgarrada alma ya no soportan más. El peso de la culpa es demasiado para mis hombros, y me siento enfermo, envejecido. ¡Oh, Dioses del Cielo y la Tierra, ¿ por qué lo hicimos?!

            Soy el último y la soledad es abrumadora. Si, el último de cuatro amigos que cometimos el mayor de los pecados. Ellos ya no están y, espero y rezo, para que hayan encontrado la paz, en el seno de alguna benévola Diosa. El castigo es demasiado duro, y no han podido resistirlo.

            ¿Qué hicimos, se preguntaran vuestras mercedes, para semejante castigo, mil veces peor que la muerte? ¿Qué cometimos, para ser maldecidos hasta el fin de los tiempos? ¿Qué hechos llevamos a cabo, para sufrir suplicios mil veces peores que los infernales? ¿Por qué nuestros cuerpos se corrompen, y nuestras almas han sido maldecidas hasta el fin del universo?

            ¡Hay, lector misericordioso! Si, por ventura, eres Hombre, como lo éramos nosotros, piensa, medita. ¿Cuál es el mayor pecado que puede hacer un Hombre? ¿Qué horrible acto es merecedor del mayor de los castigos?

            Si eres Hombre, amado lector, habrás necesitado cinco segundos para encontrar la respuesta. ¡ La única respuesta posible!. A buen seguro que tu frente se habrá perlado con gotas de frío sudor. El sudor frío que sólo el más grande de los terrores puede engendrar. Y comprenderás la maldición que cayo sobre nosotros..

            Pero, si eres Mujer, lo habrás adivinado al instante; pues los Dioses, en un acto de extrema sabiduría, os dotaron de la mayor inteligencia del Universo. Y, a buen seguro, que una amplia sonrisa ya adornará vuestro rostro de belleza etérea e inmortal.

            Si, amados lectores, cometimos el Gran Sacrilegio, el Pecado Supremo.

            Engañamos a nuestras mujeres.

 

            ¿Qué circunstancias se unieron para que cometiéramos semejante acto?. Ni yo mismo lo sé. A buen seguro que los dioses estaban juguetones aquel fatídico día cuando, en un acto extremo de orgullo y debilidad, pecamos.

            Mis pensamientos se agolpan en mi pobre cerebro, embotado por la culpa. Las palabras no salen, y el lápiz se atasca, no corre sobre el papel. ¡ Qué poco tiempo me queda, y tengo tanto que escribir!. Empecemos, pues el tiempo se acaba y quiero legar nuestra historia a las generaciones venideras; para que no cometan los mismos errores que nosotros; cuatro desdichados, cometimos.

            E aquí, pues, nuestra horrible historia.

 

 

            Corría el mes de septiembre del año de Nuestro Señor de 2004. Fuertes lluvias primaverales prometieron una temporada de setas realmente extraordinaria. Así que nosotros, los Cuatro Amigos, nos dispusimos a saciar nuestro apetito de monte y setas. Éramos expertos y nunca…¡NUNCA!, Regresábamos con los manos vacías.

            Elegimos, para aquella primera excursión de la temporada, las agrestes montañas de Enguera, famosas mundialmente por sus setas gordas y jugosas. Salimos antes del amaneces, cantando himnos a la Madre Naturaleza, por proveernos de tan sabroso alimento y seguros de regresar con un botín que sería la envidia de propios y extraños.

            Llegamos a los montes enguerinos y, cuatro horas después, las cestas estaban vacías. ¡ Oh, Dioses Malignos, ¿ por qué jugabais con nosotros?, pobres e insignificantes mortales?!. Pero nuestras suplicas no fueron escuchadas y, a la hora de comer, las cestas seguían vacías.

            Nos miramos, aterrados. Eramos Hombres, y habíamos fallado en la misión más sagrada: proveer de alimentos al hogar. En mi cabeza martilleaban las palabras dichas a mi amada esposa, momentos antes de salir del hogar: "Ve preparando los ajos y el cordero, amada mía, que de  las setas me encargo yo". A buen seguro que los ajos ya estarían pelados, limpios y troceados. El cordero, primorosamente salado y con la medida justa de pimienta, y el aceite hirviendo a la temperatura exacta. Ellas, nuestras amadas esposas, no habrían fallado. Pero, nosotros…¡Oh, Dioses!.

-         Caballeros, hemos fracasado en nuestra misión, - dije, cuando los cuatro formamos un círculo alrededor de las cestas vacías. - Los Dioses del Cielo y la Tierra nos han abandonado.

-         ¿Qué podemos hacer para remediar este desastre que, a buen seguro, pasará a los anales de la historia?, - murmuró Diego, el de la gallarda figura.

-         Señores, Hombres como yo; no soy el más indicado para calmar vuestros ánimos en estos momentos aciagos, - afirmé, rotundo.- Todos sabéis que mi inteligencia e ingenio son limitados. Pero, por una bendición del cielo, tenemos a Pedro. Todos sabéis, caballeros, que su fama de inteligente e ingenioso ha traspasado fronteras. ¡Hasta las Mujeres, los seres más inteligentes de la creación, le respetan! … Pedro, mi buen amigo, sé nuestro pastor. Enciende una luz en las tenebrosas tinieblas a que estamos abocados. Pedro, Hombre como nosotros, ¡Sálvanos! … Te lo suplicamos.

-         Caballeros, somos Hombres, y el Hombre siempre cumple su misión, por difícil que esta sea, por imposible que parezca. El Hombre nunca comete errores, el Hombre es duro como la piedra y tierno como la suave brisa marina. El Hombre es perfecto y, al serlo, sus actos también son perfectos… Caballeros, señores, hermanos míos. Estas cestas deben ser llenadas, - afirmó Pedro, sumido en profundas meditaciones. - Debemos regresar a nuestros hogares con la cabeza alta y las cestas llenas. Sólo así conseguiremos lo que, en justicia, nos corresponde: El Descanso del Guerrero.

-         ¡El Descanso del Guerrero!, - exclamamos todos al mismo tiempo. Era la meta suprema, el premio al Hombre por su abnegación y sacrificio.

-         Entonces, mi sabio amigo ¿ qué hacemos?.

-         Bajemos al pueblo a comer. Pienso mejor con el estómago lleno.

En el bar de Bartolo nos sirvieron con la exquisitez que nuestro sexo necesita. La comida fue digna de reyes, mejor dicho, digna de Hombres no preocupados por caderas estrechas y traseros generosos. Pues es bien sabido que la Mujer cuida su cuerpo, para deleite de su Hombre; pues así lo exige el Descanso del Guerrero.

Con el café en las manos, Pedro, nuestro sabio amigo, tomó la palabra.

-         Amigos míos, compañeros de fatigas y sufrimientos, sólo encuentro un remedio para remediar nuestra angustiosa situación.

-         ¿Qué remedio es ese, gran amigo, que nos salvará de la humillación y la vergüenza?, - quise saber al instante

-         Debemos comprar setas suficientes para llenar nuestras cestas a rebosar.

-         ¡Pero eso es un engaño!, - protestó Antonio, famoso por su tranquilidad y buen hacer. - Engañaremos a nuestras mujeres.

-         ¿Acaso mi tranquilo amigo, famoso por no alterarse ante cualquier situación, conoce otra salida al pozo sin fondo al que las circunstancias nos han arrojado?, - preguntó Pedro.

Todos callamos. Realmente, era la única solución a nuestros problemas. Sabíamos que era pecado. Pero… ¿ Había otro remedio?.

No nos fue difícil encontrar un lugar donde se vendían enormes y jugosas setas. Compramos suficiente cantidad para llenar las cestas. Incluso para regalar a nuestras bienamadas Suegras que, como bien sabe cualquier mortal, son seres perfectos en cuerpo y alma. Sólo el Hombre supera a la Suegra; por lo tanto, el Hombre debe cuidar de ella, colmándola de placeres y saciando todos sus apetitos.

Cenamos las cuatro familias juntas, saboreando los ajos, el cordero y las setas y, al regresar a casa, el Descanso del Guerrero.

-         Como me complace mi amado esposo, - murmuró mi esposa, después del Descanso, - A pesar del enorme agotamiento que sufres, después de recorrer los salvajes montes, en busca de nuestro alimento, me colmas de placeres inenarrables.

-         Sabes bien, esposa mía, dueña de mi hogar, que soy un Hombre; y mi sagrada misión es complacerte en todas tus necesidades - le dije, acariciando su piel, fina como la seda y olorosa como el perfume más exquisito del Universo.

-         Pero estarás agotado, esposo mío. ¿Qué puede hacer esta Mujer para aliviar tus sufrimientos?

-         Me vendía bien un masaje… y una bebida fría aquí, en la cama.

Y fortaleció mis músculos con un sabio masaje, al tiempo que me traía un daiquiri bien frío. Realmente, el inventor del Descanso del Guerrero se merece los mayores honores y reconocimientos. Debería haber un Premio Nobel para los dedicados a su investigación y perfeccionamiento.

 

 

Al sábado siguiente, volvimos a pecar. En realidad, apenas pisamos el monte, pues nada más entrar en Enguera, descubrimos una tienda repleta de setas… La tentación fue demasiado fuerte, incluso para Hombres avezados en soportar todos los sufrimientos. Compramos las setas y nos regalamos con un soberbio almuerzo. El tercer sábado, ni siquiera salimos al monte. Y así un sábado, y otro y otro. El demonio anidaba en nuestros corazones y no podíamos hacer nada contra el Señor de las Tinieblas ya que su poder supera al del Hombre.

Pasó la temporada de las setas, y llegó la de los caracoles. Siempre regresábamos a casa con las cestas llenas, recibiendo grandes Descansos del Guerrero. Y llegó la primavera, con su temporada de espárragos y, de nuevo, las cestas se llenaron a rebosar.

Pero un aciago día.

-         Tu rostro demuestra el gran cansancio que padeces, esposo mío, - murmuró mi dulce esposa, cuando entré en nuestro hogar, con la cesta rebosante de espárragos.

-         El monte es duro, amada mía. Kilómetros y kilómetros de arbustos espinosos, barro y rocas duras y afiladas…¿Viene ya el masaje?

Pero ella cruzó los brazos sobre sus pechos (verdaderas ánforas de  miel) y dijo estas palabras, que nunca olvidaré:

-         Si  en el monte hay tanto barro, tantos arbustos espinosos, tantas rocas malignas, ¿Cómo es que regresas tan limpio?

No pude soportar su mirada. Lo confesé todo, absolutamente todo. Y debo reconocer que mi alma quedó libre de la horrible carga que soportaba. Era demasiado tiempo, ¡meses enteros!, alargando aquel engaño, aquel horrible pecado, que nos ponía, a la misma altura que los asnos.

 

 

Ahora estamos aquí, esperando el veredicto del juicio más duro que ha visto la Historia. Mis tres amigos se amontonan en un sofá de dos plazas, mientras yo contemplo el cielo a través de la ventana. Cómo hemos cambiado en apenas unas pocas horas. Diego, famoso por su gallarda figura, parece una marioneta sin hilos; tiembla, y un hilillo de saliva le cae por la comisura de la boca. A su lado, Antonio, el de la inteligencia sin par, mira la pared con expresión vacuna, sólo le falta rumiar para ser un tonto toro manso. Nada brilla en sus ojos, salvo, tal vez, el más horrible de los terrores. Y Antonio, el  tranquilo, famoso por su calma y buen hacer, devora sus uñas hasta casi sangrar.

Por último yo, José, también llamado EL Retórico. Pero en esos momentos no sé que decir, las palabras han huido de mi mente. Sin embargo, debo hacer algo, aunque me cueste hasta la última gota de energía. Soy el Retórico, y en mi convergen las cualidades de mis tres amigos. ¿Qué significa la inteligencia sin una oratoria fluida que trasmita hasta el pensamiento más profundo?. ¿Para qué sirve una figura gallarda y hermosa, sin una palabra fuerte, que llame la atención sobre la hermosura corporal?. ¿ Acaso la calma no es reforzada con palabras suaves y hermosas?. Si, amables lectores, yo era el más indicado para ayudar a mis Hermanos de Sexo.

-         ¡Caballero!, - exclame, para llamar su atención. - Estamos viviendo momentos difíciles, pero somos Hombres, el resultado de miles de millones de años de evolución cósmica y biológica. No nos derrumbemos, señores. Afrontemos estos malos tiempos como Hombres. ¡Levantemos la cabeza, saquemos pecho y afrontemos lo que se avecinda con una sonrisa en los labios!.

-         Dices bien, hermano mío, - musitó Diego.- ¿Pero qué terribles males nos aguardan?

-         En la Mujer se unen la inteligencia y la belleza. Unidas, son las armas más poderosas del Universo, - ahora era Antonio, El Tranquilo, quien hablaba. - Y nosotros sólo somos Hombres, con inteligencia limitada por nuestra fuerza física y faltos, totalmente, de belleza. ¿Cómo podemos luchar? No tenemos armas con que defendernos.

-         ¡Caballeros, la historia nos contempla!. Hombres de la talla de Napoleón, Julio Cesar, Maradona o Albert Einstein tienen sus ojos fijos en nosotros. No solo ellos, caballeros, miles de Hombres, que digo miles, ¡ millones de hombres nos contemplan!. Sus espíritus, sus almas benefactoras, nos ayudan en estos instantes de tortura sin límites. ¿Podemos fallarles? … ¡No!. ¿Qué dirá de nosotros la Historia si fallamos en estos momentos de prueba?.

-         Son palabras sabias, mi buen amigo. Pero esos Hombres nunca han tenido que poner una lavadora.

-         ¿Poner lavadoras?, ¿ Crees, mi buen Diego, que será el castigo que nos aguarda?.

-         Creo que sólo será una parte del castigo, - Y Diego se derrumbó en el sofá.

-         Tal vez nos obliguen a barrer e, incluso, pasar la fregona.

Un ramalazo de miedo recorrió mi espina dorsal. ¿Serían capaces de semejante maldad?. Los Hombres, en su perfección, están destinados a tareas sublimes y, por lo tanto, su educación y fisiología no contempla distinguir conceptos tan abstractos como  " suavizante" " lejía para color", "escoba", "aspiradora" o " detergente". Si, por ignorancia, no he escrito bien esas palabras, espero que vuestras almas sean benévolas, y sepáis perdonarme.

Pero mis amigos, sumidos en el terror más absoluto, hablaban de torturas sin límites.

-         Nos obligaran a cocinar. Incluso pelaremos cebollas

-         Adiós al Descanso del Guerrero, - y un gemido recorrió la sala.

-         Pondremos lavavajillas.

-         ¡No, eso no. Cualquier cosa menos eso!

-         Quitaremos el polvo, - como bien sabrán vuestras mercedes, el Hombre nunca acumula polvo. Si, por ventura, sus muebles lucen una patina de algo blanco, es que cría ácaros en vez de perros. Todo Hombre es consciente que el ácaro proporciona mucha más compañía que el perro, y no ensucia en absoluto.

-         Tal vez no nos dejen acumular cosas inservibles para Mujeres, pero útiles para Hombres. - también sabrán, caritativos lectores, que la Mujer tiene una palabra para los objetos que ella clasifica de inservibles ( herramientas que nunca se usan, miles de colecciones en fascículos que ningún Hombre termina…)pero que el Hombre, en su perfección, acumula: trastos, es la palabra. Pero, para el Hombre son: objetos imprescindibles para el buen desarrollo de la persona.

-         Nos untaremos con cremas y nos afeitaremos todos los días. Incluso utilizaremos desodorantes con fragancia a rosas.

-         ¡Dios mío, no!.

-         ¡Tendremos que darles más cariño que sexo!.

-         Hooooooooooo, noooooooooooooooo!

Yo, alejado de la interminable lista, pensaba que debíamos prepararnos para lo peor, para el Castigo Máximo. Para el más odioso de los actos terrenales. Para… Lo Innombrable.

-         ¡Caballeros!, todas esas torturas serán pasadas con la gallardía y fortaleza propia de nuestro sexo. Pero hay algo que las supera, y debemos estar preparados para afrontarlo.

-         ¿Acaso te refieres a…?, - Diego, el de la gallarda figura, no pudo acabar la pregunta.

-         ¿Serán capaces de…?

-         La Mujer, al sentirse engañada, es capaz de todo.

-         ¿Entonces crees, mi buen amigo, que nos obligarán a…Ir de tiendas?.

-         ¡No vuelvas a pronunciar lo Innombrable, amigo mío, o la mayor de las maldiciones caerá sobre nuestras cabezas!. Pero si, eso creo.

Un gemido, producto del terror más espantoso, salió de nuestros corazones. El Hombre no está capacitado, ni física ni mentalmente, para superar la dura prueba de entrar en una tienda de ropa con una Mujer. El Hombre es perfecto pero, debido a las enormes tensiones y responsabilidades a que está sometido a diario, ha evolucionado de forma diferente a la Mujer. Fisiológicamente, por ejemplo, sus píes no están preparados para soportar interminables horas de píe, mientras su Esposa se prueba centenares de vestidos. Sus ojos no han evolucionado lo suficiente para saber si un cinturón verde " va bien" con un vestido naranja. Sus brazos, aunque fuertes y varoniles, no pueden soportar el peso de bolsos, abrigos, chaquetas, paraguas y mil cosas más que molestar a su Esposa en cuanto entra en una tienda de ropa. Su cabeza no puede inclinarse lo suficiente para admirar los zapatos perfectos, que van perfectos al perfecto vestido que su perfecta Esposa a elegido para la ocasión perfecta que, invariablemente no será perfecta para su Esposo.

En resumidas cuentas: ir de tiendas es la Tortura Suprema para el Hombre.

Estaba sumido en estos oscuros pensamientos, cuando las cuatro esposas entraron en la habitación. No dijeron nada, pero sus miradas bastaron.

 

 

De eso hace ya quince días, y consumo mis últimas energías en escribir estas pocas líneas. En estas dos semanas, he comido en sitios abominables, donde un bistec  sangrante está prohibido, he visto películas tan espantosas (Los Puentes de Madison, Petti Whoman…) que deberían prohibirse. He limpiado el polvo, cocinado, puesto lavadoras y lavavajillas, incluso, aunque no lo crean, la he llevado al ballet, y no he visto ni un solo partido de fútbol, ni una carrera de coches, ni he puesto los píes encima del sofá. Mi cuerpo está perfectamente limpio, incluso huele a rosas y frambuesas (el desodorante, claro)… Y, sobre todo… e ido de tiendas con ella . Todas las tiendas de mi amada Xàtiva han sido visitadas en estas dos semanas, y hay muchas tiendas de ropa en Xàtiva. Tuvo la gentileza de comprarme una corbata tan horrorosa, que es una ofensa para la vista. Pero sé que estaré obligado a llevarla en la ocasión que ella elija.

Acabo mi relato con mis últimas fuerzas y una súplica: por favor, recordadme en vuestras oraciones.

Adiós.

 

 

 

 

José Bataller Sanchis